martes, 2 de septiembre de 2014

APRENDEMOS A SER HONRADOS

      

    APRENDEMOS A SE HONRADOS
 
Juan Camborda, un muchacho de quince años, se había encontrado una billetera dentro de una combi, a la que subió para cumplir un encargo de su padre. Él ayudaba a reparar los zapatos en el pequeño taller que habían instalado en la puerta de su casa ¿Qué hacer con ella? Contenía una buena suma de dinero que podía utilizar para provecho propio. Pero el muchacho recordó todo lo que su mamá le había dicho sobre el valor de la honradez. Especialmente vino a su memoria estas palabras: "No me importa que seamos pobres, hijo, pero que tus manos sean limpias. Jamás dejes que se manchen con algunos centavos que no valen gran cosa. Nunca tomes nada ajeno, porque el día que empieces a manchar tus manos nunca más volverán a ser hermosamente blancas como son ahora". Entonces pensó: "Esto no me pertenece. Aquí está la dirección del dueño. Iré a devolverle su billetera".
     
El hombre vivía en un barrio lejano. Usando los últimos centavos que le quedaban, Juan tomó un microbús que lo dejó cerca. Llegó hasta una casa modesta, donde tres niñitos mal vestidos jugaban con una pelota desinflada, y una pobre mujer lloraba mientras su esposo trataba de explicarle que no sabía cómo había extraviado el salario de la semana.
      - ¡Ahora qué comeremos! -repetía entre lágrimas la mujer.
      Cuando el hombre vio el noble gesto del joven, y a la vez lo observó modestamente vestido, le dijo:
      - Realmente no tenías obligación de devolverme el dinero. Nadie sabía que tú lo habías encontrado. Además con él podías haberte comprado varias cosas que necesitas. Tú no lo habías robado.
      - Es cierto, señor -contestó el adolescente-, pero yo no quería vivir con un ladrón dentro de mí. Y ya veo que usted necesita más que yo este dinero.
      El hombre lo abrazó y conmovido hasta las lágrimas le dijo:
          - A veces yo he robado y me doy cuenta de lo mal que hice. Cuántos niños habrán quedado sin comer por culpa mía, cuántas madres habrán sufrido. Felizmente ahora tengo un trabajo honrado, y aunque no gano mucho es dinero limpio. Pero lo más importante es que tú, que eres apenas un muchachito, me has enseñado el valor de la honradez.
      ¡Nunca, te lo prometo, nunca volveré a tocar algo que no me pertenece!
      Juan Camborda esa tarde tuvo que caminar casi diez kilómetros hasta su casa, pero estaba radiante de felicidad, lleno de ese gozo que sólo sienten los corazones nobles cuando hacen algo bueno.
      La ejemplar actitud de este humilde muchacho hace pensar. Ciertamente, el que roba vive con un ladrón dentro de sí mismo. ¿Y qué decir del que miente? ¿No vive acaso con un engañador dentro de su alma? Y otro tanto podría afirmarse del egoísta, del orgulloso, del envidioso, del que practica cualquier forma de maldad.
Enrique Graham (Recreado por D. H.)


I.    Marca con un aspa aquellas palabras que corresponden al texto:
Juan Camborda       billetera       llanta       mercado       zapatos       señor

II.   Responde adecuadamente:
      ¿Quién era Juan Camborda?
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      ¿Qué pensó Juan luego de hallar la billetera?
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      ¿Cuál fue la reacción del hombre cuando le entregó su dinero?
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      ¿Tú hubieras hecho lo mismo que Juan? ¿por qué?
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III. Ordena con números estas ilustraciones de acuerdo a la historia:

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